Comentario
Si la configuración sociológica de la España de los Reyes Católicos no permite establecer con claridad su caracterización dentro de los perfiles clásicos de unidad con que la historiografía más tradicional ha pretendido resumir el reinado y apuntar sus objetivos, la denominada unidad de España encuentra serias dificultades para ser admitida como realidad que supere a una mera yuxtaposición de reinos. A la diversidad religiosa, a la fragmentación estamental y a la difícil convivencia, ha de añadirse el carácter incompleto, limitado y muy ajeno al objetivo de una tendencia unificadora preexistente entre las dos Coronas. En la actualidad parece más correcto sostener que la Monarquía Católica, nacida del matrimonio de Isabel y Fernando, es un complejo en formación y no el mundo político terminado y cerrado que es imposible reconocer en la práctica independencia y autonomía de un reino, el de Navarra, que conservó todas sus instituciones a partir de su anexión a Castilla en 1515; en la existencia del reino de Granada, bajo el poder musulmán, que tras su conquista en 1492 mantuvo parte de su impenetrabilidad e identidad anteriores gracias a la cohesión interna de la nueva sociedad; en la fragmentación estatal de la Corona de Aragón con instituciones diferenciadas en Aragón, Cataluña, Valencia, y en la existencia de entidades políticas extrapeninsulares, Cerdeña, Sicilia, Nápoles, y más adelante las Indias, cuyo control administrativo y económico escapó, como en casi todas las partes, del afán centralizador y de los objetivos unitarios que se han pretendido presentar como procesos acabados en el tiempo de su gestión como gobernantes.
Esta monarquía, que desde otras perspectivas historiográficas más coherentes presenta signos evidentes de precariedad, se nos presenta de todos modos como un proyecto político, ciertamente organizado, que de forma escalonada y no sin grandes dificultades tendió a homogeneizar la fuerza, mediante la construcción de un ejército permanente; aplicó hasta donde fue posible una rica variedad de esfuerzos tolerantes e intolerantes para asimilar las poblaciones excluidas del orden cristiano tradicional; organizó un conjunto institucional especializado que buscó centralizar la administración de la justicia, la gestión de la hacienda, la política de los Estados, la vida municipal y sus relaciones exteriores.
En este proyecto desempeñaron papeles diferentes los reinos originarios de la Monarquía Católica, Castilla y Aragón; el primero, con más disponibilidades y recursos humanos y económicos que el segundo, asumió el ser centro de dirección y de toma de decisiones que, en ocasiones, pretendieron exportarse e imponerse a los Estados más periféricos y extrapeninsulares de la monarquía. Esta diferenciación de papeles produjo problemas en el ensamblaje de las distintas formas de gobernar -excepción hecha de la política exterior-, que obedecían a las "identidades constitucionales" de cada reino y a las distintas capacidades ejecutivas pactadas desde las capitulaciones matrimoniales de Cervera de marzo de 1469, que limitaban la actuación de Fernando, ya rey de Sicilia, en las cuestiones tocantes a Castilla, hasta las concordias celebradas en Segovia en 1475, que todavía reafirmaban más la autonomía de Castilla respecto del futuro rey de Aragón, pasando por situaciones forzadas por coyunturas específicas, como las impuestas por la guerra civil castellana que obliga a la reina a ampliar los poderes de Fernando, o a la inversa, como ocurre con los poderes otorgados por Fernando a Isabel en Calatayud, en abril de 1481, con ocasión de la celebración de Cortes en Aragón y en Cataluña; o en Murcia, en mayo de 1488, por un motivo parecido.
Sin embargo, pese a todas las dificultades y diferencias de protagonismo, el proyecto fue desarrollado en Castilla, en Aragón y, fuera de la Península, en el Mediterráneo y en el Atlántico. En el interior, la conquista del reino de Granada, la institucionalización de las formas de gobierno y la actuación de la monarquía en las ciudades constituyen los ejemplos más significativos de un proceso que, en el exterior, culminó con el descubrimiento de América y con el resultado favorable de una hábil estrategia familiar.